La nación está avocada a restituir una de sus fuentes mas trascendentes del derecho y la soberanía, la ciudadanía. Hoy, desorganizada, ideológicamente agredida, moralmente desarmada y políticamente confundida.
La especulación financiera disfruta de alta rentabilidad en la agonía del Estado y su jurisdicción.
Las Guerras de la Independencia crearon los Estados Latinoamericanos. Hoy en su mayoría están agotados. La independencia se interrumpió a poco de proclamarla y terminó sin llegar a ser la interdependencia que será en el futuro.
Ninguna política requiere tanto estar precedida de un continente mayor como la política militar. Al margen de un objetivo nacional, ésta es solo recurso, casi mera táctica de intereses ajenos.
La necesidad de una reforma del Estado ecuatoriano brota de su caducidad y del entorno que lo determina. Entorno integrado por el poder que administró décadas y la conclusión de una fase en la historia.
La política esencial que ha subordinado al Estado ecuatoriano desde 1976 sigue siendo la misma. La continuidad corresponde al triángulo de poder determinante de su quehacer. Resuelve el destino de los recursos naturales y del excedente económico, la fatalidad de las instituciones nacionales y la mutación ideológica que articula la cadena de control social.
La guerra es aún lo más notable de la historia humana. Ha sido invocada para todos los quehaceres de nuestra especie y repudiada en esas mismas ocupaciones.
La política exterior tiene múltiples significados.
“Los imperios no tienen ningún interés en operar dentro de un sistema internacional; aspiran a ser ellos el sistema internacional”. (Henry Kissinger, La Diplomacia)
La propiedad sobre la tierra y la agricultura atentaron contra un momento maravilloso de la especie humana: el instante de los pueblos nómadas que descubrieron amaneceres, paisajes, soles, tierras habitadas, aguas de colores capaces de suprimir el cansancio.