Devora petróleo, salud, educación, soberanía, posibilidad de desarrollo de las fuerzas productivas. La deuda es instrumento depredador, obedece a grandes intereses externos aliados a grupúsculos encargados de legitimarla, renovarla revalorizarla, a pesar de estar urdida de ficciones. Riqueza de asientos contables convertidos en control político.
Es un titular de diario Expreso, 2 de junio de 2003.
El resultado electoral del 20 de octubre de 2002 estremeció al anciano régimen. Se cuestionó otra vez al poder gestado en los disparos que se hicieron contra Carondelet desde una funeraria.
La administración norteamericana decidió excluir a Ecuador del Tratado de Preferencias Arancelarias Andinas y Erradicación de la Droga, ATPA, por sus siglas en inglés.
La dolarización se impuso a Ecuador como política militar y no monetaria. No requirió reforma financiera ni transformación crediticia ni constitucional. Apenas, reconocimientos estériles sobre la pérdida de funciones del Banco Central.
La política exterior siempre proyecta la política interna. No obstante, en Ecuador responde directamente a sugerencias, presiones e intereses externos en lo territorial, económico, político y militar.
Las elecciones 2002 de Colombia muestran la decadencia de la organización social y el Estado colombianos. El triunfo de Álvaro Uribe Vélez hace visible la estrechez del régimen democrático y el carácter belicista de la todavía incipiente intervención militar extranjera.
A las condiciones en las que se inicia el proceso electoral 2002, se añade el pasado reciente. Momento en el cual el poder se resquebrajó y restableció para controlar la reacción social frente a la pérdida de soberanía del Estado y la estafa bancaria a la que fue sometida la nación.
El ritmo de la evolución social generalmente se adelanta a ciertas palabras, denominaciones y lugares comunes que pierden su semántica originaria por esa mutación.
El golpe nació de la viciosa alianza de la comunidad financiera internacional con la banca especulativa, poder que se encarga de nombrar o echar, premiar o sancionar mandatarios y funcionarios.