Comienzos del siglo XXI, caracteres nuevos del fenómeno de la globalización. La premonitoria guerra del Golfo (1991) coronó de laureles a Bush-padre que no advirtió la instauración de una cabeza militar a la globalización como lo haría Bush-hijo.
La desnudez de dos decadencias está en la pasarela bélica. La avanzada del mundo desarrollado, Estados Unidos e Inglaterra, y la periferia del subdesarrollo, Afganistán.
La adaptación bélica de organismos vivos para guerras previsibles creó y desarrolló armas biológicas, formas de bio-destrucción. Hito en la historia de la guerra que redescubre, independientemente de escudos y tecnologías, la vulnerabilidad humana.
La violencia de la política económica y la vacuidad de las relaciones públicas constituidas en fundamento de promoción y protección del gobierno van preparando una explosiva caldera social y, a la par, su prefiguración presagia que será aplastada. El gobierno lo presiente y de manera indirecta prepara la «pacificación» interior.
Toda declinación ideológica adquiere peculiaridades maniqueas. Ante la inconsciente estupefacción social por la evolución, las envejecidas nociones se mutan en imágenes fijas y pautan adhesiones acríticas, posturas unidimensionales y ocultamientos de los intereses en juego. Sus actores disputan recitando un libreto escrito para la inocencia del subdesarrollo.
La relación entre el «financiamiento» externo (deuda) e inversión productiva extranjera pone en evidencia el callejón sin salida del subdesarrollo ecuatoriano. Mientras la deuda crece, la inversión productiva decrece relativamente. En tanto, mas dineros llegan como préstamo, menor el valor invertido en la economía real.
En Ecuador, a fines del XX, el régimen político y la organización social de la economía son anclas irrecuperables para el desarrollo.
Las fuerzas que resumen la controversia sobre el reordenamiento estatal y las relaciones de la economía son los grupos financieros, predominantemente especulativos, y los amplios sectores productivos subordinados y que tienen frugal presencia en los medios.
Cada vez que una época expira se cree que purga por falta de moral… Y es que concluye primero en el ánimo colectivo. Su descomposición sumerge a los hombres en la superstición, el fanatismo, la caza de brujas, los tribunales del crimen: fuentes refulgentes y simulacros de continuidad de los poderosos que se van.
Los peruanos podrían repetir palabras que se pronunciaron antes. “Junto a las miserias modernas, nos agobia toda una serie de miserias heredadas, fruto de la supervivencia de tipos de producción antiquísimos y ya caducos, con todo su séquito de relaciones políticas y sociales anacrónicas. No solo nos atormentan los vivos, sino también los muertos”.